
¿Y por qué no? ¿Acaso un tipo como yo tiene que encontrar algún motivo? Ya me conoces, soy un sádico narcisista. Resultó ser una presa muy dócil. Convencerla de que yo era lo único importante en su vida, fue tan fácil como aburrido -dijo mientras le daba la última calada al cigarrillo.
Carlos fue un adolescente bien parecido, guapo, nada que ver conmigo, que por el contrario era el patito feo de la clase, lleno de acné, miope y con ortodoncia. Recuerdo el día que Carlos llegó a nuestra clase, venía de otra ciudad, creo que lo habían expulsado del anterior instituto aunque nunca supe muy bien el por qué. Ese día se sentó a mi lado, fue observado por todos los compañeros como si un ángel del Señor descendiera de los Cielos. El divo rubio de la capital empezaron a llamarle -éramos muy pueblerinos-. Tenerlo sentado a mi lado en aquel momento, me dejó estupefacto. El chico nuevo y guapo compartiendo pupitre con el empollón y solitario de la clase. Lo que nadie sabía es que “el rubio” era tanto o más solitario que yo. Introvertido pero se esforzaba por ser carismático para conseguir todo aquello de lo que se encaprichaba. Echando la vista atrás puedo ser consciente de todas las señales que emitía Carlos con sus acciones, pero sólo porque lo observo desde el prisma de la actualidad.
Desde ese mismo momento, surgió entre nosotros una fantástica conexión, tejimos unos lazos de amistad que han durado hasta aquel fatídico día. En un primer momento no entendía cómo aquel chico, con ese atractivo y carisma podría ser mi mejor amigo, ¿por qué me eligió?, supongo que vio en mí a un quinceañero sumiso, tranquilo y ajeno a las modas que imperaban la época de la ebullición hormonal. Los padres de Carlos no eran los más amorosos que conociera, de hecho vivían una mentira, un falso matrimonio para mantener el estatus social al que pertenecían. Él era un prestigioso arquitecto al que el propio Carlos encontró en el jacuzzi de su casa en plena faena con otro hombre. Y su madre, adicta a las pastillas y al alcohol, proveniente de un apellido importante de la zona, jamás necesitó preocuparse por su futuro. Carlos decía que su única labor era gastarse el dinero en los centros comerciales y con su terapeuta. Familia desestructurada, hijo disfuncional.
Carlos era egocéntrico y un tanto narcisista, pero esa personalidad no se la descubrí hasta pasados los años y casi acabando la universidad. Él decidió estudiar Derecho como no podría ser de otra manera. Yo sin embargo provenía de una familia de médicos. Jamás cuestioné mi vocación y la estirpe familiar también ayudó a la toma de decisión. De abuelo médico, madre médico y padre técnico de laboratorio que otra profesión podría elegir más que la Medicina. Mis opciones más deseadas eran traumatología o cirugía, pero la providencia me tenía guardada un as bajo la manga que hizo temblar la estabilidad de mi futuro prometedor.
Aunque Carlos y yo no estuvimos en la misma facultad jamás nos separábamos, prácticamente hacíamos todo juntos. Nunca faltábamos a una fiesta, Carlos tenía una facilidad para ligar con las chicas, era el soltero de oro, todas caían rendidas a sus encantos. Todas menos Patricia. Empezando el último año de carrera conocimos a María y Patricia, dos amigas inseparables, pero dos polos completamente opuestos. Patricia estudiaba Periodismo, extrovertida, simpática, parecía encajar a la perfección con la personalidad de Carlos. Sin embargo María era todo lo contrario, mucho más introvertida, muy inteligente, culta, no había duda que no nos supiera contestar. Estudiaba Química, era un “ratón de laboratorio”. Un ser especial que siempre se reservada de estar a solas con Carlos.
Los cuatro comenzamos a llevarnos muy bien. Y Carlos empezó a obsesionarse con Patricia, pero de ninguna de las maneras alcanzó a llamar su atención, no del modo que él hubiese querido. Aunque algún verano lo intentaron, para Patricia no fue más que un desahogo circunstancial. A ella no le interesaban los hombres, bebía los vientos por María. Ese mismo verano me lo confesó después de algunas copas y alguna que otra droga que luego Carlos admitió haberle dado.
Esa conversación fue el detonante para que Carlos comenzara su nueva caza. No sé cómo nos escuchó, pero lo hizo y a partir de ese instante el declive de nuestra amistad no hizo más que comenzar. Su objetivo había cambiado, su nueva idea fija era María. Competir con Patricia por conquistar a Maria lo perturbó. No quería a María, su único propósito era conseguir toda la atención de Patricia, a través de María.
-Carlos, nunca pensé que serías capaz de…