
Cuántos años sin pasar por este valle, cerca de estos raíles que llevan el Tren a las Nubes, ¡Ay San Antonio de los Cobres! quién me iba a decir que te echaría tanto de menos. Ese sonido del tren, que al llegar a Tenerife pensé que jamás volvería a escuchar. Hacía más de una década que no escuchaba el “chachachá” del tren, como decía la canción, y me resulta inevitable no recordar aquella noche en la que Carlos atravesó la cristalera del portal de la venta de Don Luciano, donde vivíamos en los noventa. A pesar de los cortes en todo su cuerpo siguió corriendo despavorido por todo el valle paralelo al rail del tren hasta que un coche de la policía lo detuvo en el puente. Toda la escena la veíamos desde la azotea y yo pensaba que se lanzaría delante del tren y moriría atropellado. Aquella noche fue la primera vez que probó la coca y yo siempre pensé que se había excedido en los gramos. Qué sabré yo. Carlos siempre tuvo esos comportamientos que superaban cualquier situación excepcional. Esa noche él creía ser Superman, creía que podía volar y tras atravesar la cristalera y seguir en el suelo, se dirigió al puente. Si el coche patrulla no lo hubiera interceptado habría acabo en el fondo del barranco que atravesaba el pueblo.
Cuando por fin descubrieron cuál era su problema, entendimos tantos episodios sinsentido de nuestra adolescencia. Pobre madre, el niño de sus ojos, su primogénito, esquizofrénico y con trastorno bipolar. Pero con los tratamientos consiguió acabar la carrera, psicología, quizás pensó que estudiando la conducta y los procesos mentales del ser humano se entendería más así mismo.
El divorcio de Lucía probablemente no le ayudó mucho pero siempre pensé que seguiría luchando por mi sobrina. Solo espero que esa niña no herede la genética de su padre. La verdad es que irme de Argentina me ayudó a progresar y llegar a ser la mujer que soy ahora, pero también me alejó de mi familia y de todos los problemas con Carlos. Solo volvía a verlos por navidad, más que suficiente para mi. Sí, suena un poco egoísta, quizás lo sea pero es que no tenía las ganas ni las fuerzas para aquella lucha, que además, siempre pensé que no era mía.
Por esa circunstancia jamás supe que Carlos había abandonado el tratamiento, al parecer tras el divorcio y la pérdida del trabajo volvió a hundirse. No puedo creer la llamada de mamá. Cuánta pena siento por ella y por mi sobrina.